Septimus y la isla encantada by Angie Sage

Septimus y la isla encantada by Angie Sage

autor:Angie Sage [Sage, Angie]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2010-01-01T05:00:00+00:00


~~ 27 ~~

Al faro

A la mañana siguiente, muy lejos de la Torre del Mago, un barco negro con velas rojas se aproximó al Faro de la Roca del Gato. Aquella misteriosa nave pasó inadvertida a todo el mundo, excepto al farero, que lo observaba con una sensación de temor.

—Casi hemos llegado. Ya podéis salir.

Jakey Fry asomó la cabeza como si fuera una bombilla rara que colgara de la escotilla superior. Un brillante haz de luz solar se clavó como una daga, y Lucy Gringe y el Chico Lobo parpadearon. No habían visto la luz del sol durante lo que les había parecido años, aunque en realidad habían sido poco más de tres días. Es cierto que habían disfrutado de algo de luz gracias a una vela que Jakey pry les había bajado cada noche cuando les llevaba la parca cena de pescado —¡ay, cómo odiaba Lucy el pescado!— para jugar a las cartas con ellos, pero solo según el Libro de Reglas de Jakey Fry, que básicamente significaba que, pasara lo que pasase, Jakey Fry siempre ganaba.

—¡Daos prisa! Pa dice que subáis ya —exclamó Jakey entre dientes—. Coged vuestras cosas y apresuraos.

—No tenemos cosas —replicó Lucy, que tenía una tendencia a ponerse puntillosa cuando se enojaba.

—Bueno, pues entonces daos prisa.

De la cubierta llegó un bramido, y la cabeza de Jakey desapareció.

—¡Ay, Pa, ya suben! ¡Ay, ahora mismo! ¡Pronto! —Volvió a asomar la cabeza. Parecía asustado—. Subid la escalera o todos lo lamentaremos.

Mientras el Merodeador cabeceaba y se balanceaba en las olas, Lucy y el Chico Lobo subieron la escalera dando tumbos y se arrastraron hasta la cubierta. Respiraron maravillados el fresco aire marino, ¿cómo era posible que oliera tan bien? Y la luz, ¿cómo era posible que fuera tan brillante? Lucy se hizo sombra con la mano hueca, miró a su alrededor intentando recuperar sus facultades y lanzó una exclamación. En el brillante cielo azul se erguía la negra columna maciza de un faro que parecía crecer de las rocas, como el tronco de un árbol gigante. Los cimientos de piedra poco a poco daban paso a inmensos bloques de granito picado cubiertos de alquitrán espeso y llenos de percebes incrustados. Lucy, a quien siempre le fascinaba cómo se hacían las cosas, se preguntaba cómo podía alguien haber construido semejante torre si el mar no dejaba de golpear contra las rocas. Pero lo que más le fascinó a Lucy fue la cúpula del faro: parecía la cabeza de un gato. Tenía dos triángulos construidos con ladrillos que a Lucy le parecieron las orejas y, lo más raro de todo, dos ventanas en forma de almendra se abrían en el faro a modo de ojos; de ellos salían dos haces de luz tan brillante que Lucy podía verlos a pesar de la luz del sol.

Con una sacudida de las que revuelven el estómago, el Merodeador cayó en el seno de una ola, el sol quedó tapado por el faro y una sombra heladora se proyectó sobre ellos. El siguiente oleaje los subió tan alto que los ojos de Lucy quedaron a la altura de la base recubierta de algas del faro.



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